Radical, progresiva y peligrosamente voluble. Así estamos, así anda el país y el Congreso reflejó ese, más que sentimiento, sensación fugaz.
Hasta antes del domingo en la noche, la discusión, la matemática política, daba por descontado el trámite de los 52 votos y se centraba en si la oposición conseguiría o no los 87 votos necesarios para vacar al presidente Castillo.
El “watergate”, la tardía reacción del presidente ante un secretario general impresentable y los seguimientos exhibidos por Cuarto Poder revelando oscuras reuniones entre el presidente, ministros y empresarios generaron la sensación de que estábamos ante una inminente vacancia.
El ánimo estaba tan caliente que el propio presidente se adelantó a los destapes y dijo que “saldrán audios y videos pero no podrán callarnos”. Parecía el comienzo del fin.
Pero la expectativa fue directamente proporcional a la decepción. En honor a la verdad, el dominical de América no adelantó ningún contenido, no dijo de que tratarían los audios.
Pero el programa, que hace tiempo es más político que periodístico, erró clamorosamente en su intento desestabilizador y el efecto de su “destape” benefició de manera contundente a la prese que buscaban sacar de palacio.
El fracaso del medio político fue tan grueso, que los accionistas no se demoraron en anunciar la salida de los productores y conductores del programa. Ojo, no fue Gilberto Hume, director periodístico del canal quien anunció la salida de los periodistas, sino que el medio filtró la noticia.
El “error” de los productores no fue publicar ese audio o conversación, sino la de sacrificar el periodismo por la política. Esto no es nuevo en ese medio, pero lo de estos domingos tuvo una dimensión distinta. El domingo anterior se apuraron en presentar imágenes obtenidas en seguimientos al presidente y su entorno. Estaban en la dirección correcta. Las reuniones del Castillo con ministros y empresarios en la casa de Breña son indefendibles. Pero faltó trabajo periodístico, faltó tiempo para investigar y construir la historia, como bien lo hicieron con la historia de Zamir Villaverde. Se apuraron, cedieron al apuro para que el reportaje coincida con la moción de censura y les salió el tiro por la culata.
Esto no significa una victoria del Jefe de Estado, pero debería sí servir como lección a los colegas para ejercer bien el oficio.