Cuestión de honor

Ante la ausencia de ideas; coraje, agallas e imaginación, decidieron pedirle ayuda a la Iglesia. Este acto confirma de manera oficial la incapacidad del gobierno de enfrentar la peor de sus crisis. Hoy Humala le ha delegado al obispo de Trujillo, Monseñor Miguel Cabrejos lo que por ley y moral le correspondía exclusivamente a él.  No a su Premier, Oscar Valdés quien, para ser justos ya había revelado su carácter duro, pragmático y poco dialogante durante su gestión como Ministro del Interior. La responsabilidad es de quien asumió ante la población cajamarquina una postura anti minera durante la campaña y hoy, pese a la cantidad de muertos inocentes, es incapaz de ir a Cajamarca y a Bambamarca a pedir disculpas por la sangre derramada, y a explicar de una vez por todas que lo dicho en campaña es difícil de cumplir.

Ollanta Humala le debe una explicación sincera a la población cajamarquina. Más ahora que la incapacidad de los ministros elegidos por él ha producido tantas muertes.

Que el presidente regional de Cajamarca, Gregorio Santos  juega su propio ajedrez político, nadie lo discute. Ni tampoco que es irresponsable enarbolar la consigna “Conga no va”  de manera cerrada. Está claro que la minería, nos guste o no, es clave para la economía del país e indispensable para la concreción de programas sociales y de desarrollo. El problema es político y aunque parezca una ironía, no debería ser tan complicado.

Para mi, ningún sacerdote por más bienintencionado y locuaz que pueda ser, ni ningún representante por más poderes que pueda tener, solucionará la crisis que mantiene en vilo al país.

Este ya dejó de ser un tema minero y técnico. Es un problema de pantalones, de agallas. El único que puede solucionar esta crisis es el señor Ollanta Humala.

Hace poco más de un año, el 52 por ciento de cajamarquinos, durante el único instante en el que la democracia deja de ser un concepto abstracto y ajeno, decidió apoyar a Humala. Hoy le corresponde a él encerrarse y orar,  ya que le tiene tanto aprecio a la Iglesia, y viajar a Cajamarca a hablar claro; escuchar uno a uno los merecidos insultos que recibirá; dejarse de formalidades e investiduras, sacarse el terno y corbata que lo asfixian (literalmente) y pedir disculpa. Antes de eso, como limando el camino del diálogo y por respeto a las cinco víctimas inocentes, debería sacar al impresentable Ministro del Interior Wilver Calle, el que negó y luego admitió haber firmado el acta de sujeción.

Luego Humala, debería reconocer que pecó de entusiasta en la campaña y debería explicar de manera clara que las inversiones mineras son importantes para el desarrollo del país, y convencernos de que la tan mentada inclusión depende de los recursos económicos que la minería otorga al país. Comprometerse asimismo a vigilar que las empresas mineras cumplan todos sus compromisos medio ambientales y sociales.

¿No debería el Gobierno velar por los intereses y preocupaciones de la población en vez de blindar a las empresas privadas, sobretodo si éstas tienen tanto poder y dinero?

Es probable que a estas alturas de la columna, mi recomendación pueda parecer una suerte de ironía, una mofa al presidente y a su incapacidad, pero en realidad nada de lo que propongo es descabellado. Al contrario, ridículo es pensar que con una actitud así, el presidente le haría el juego a la izquierda o al ambicioso Santos. Es hora de que el presidente, al menos intente, recuperar parte de su honor, de lo

contrario, la situación puede ponerse peor.