Castillo vs Castillo

Pedro Castillo logró la presidencia por su enorme peso simbólico. Provinciano, profesor y pobre. Perú Libre y su aparato político apuntaban a no perder la inscripción. Pero la política peruana es tan impredecible e incierta como nuestro interés en ella. Los partidos y candidatos de izquierda y derecha atravesaban una nueva crisis de representatividad y así como muchos marcaron el pescadito en el 2020, esta vez le llegó el turno al lapicito.

Pero los símbolos no son eternos, se transforman.

Durante la segunda vuelta Castillo simbolizó a las poblaciones de la sierra históricamente olvidadas y también la oportunidad de tener un gobierno de izquierda en un país pobre como el nuestro. Hoy, sin embargo, Castillo simboliza no sólo la absoluta torpeza e incapacidad. Su desconexión con la realidad política y social del país lo convierten en la anhelada oportunidad que la derecha más extrema y radical necesita no solo para acercarse al poder, sino para instalar una narrativa clasista, racista y abusiva.

Hace varias semanas que Castillo parece haberse apartado de Cerrón y su torpeza lo ha convertido en el principal promotor del posicionamiento de posturas como la de Willax y López Aliaga, el político más requerido por los medios del país. Véase la cara de goce y felicidad con la que sus voceros se congratulan por sus acertadas lecturas del país.

Pero ellos también se equivocaron. Castillo y su gobierno no son ni la sombra de la izquierda radical que vociferaron y aún hoy gritan sin rubor. Más allá de un discurso repetido y desgastado y de varias personas respetables que intentan poner de su parte (porque no se puede tirar la toalla), esta gestión es absolutamente amorfa y caótica. Más allá de un amague improvisado ante algunas empresas mineras, este gobierno se sigue rindiendo ante la gran industria que, por ejemplo, destruye el medio ambiente.

A nivel de educación, transporte, producción, ambiente, trabajo, defensa, relaciones exteriores o salud, este podría ser el gobierno de Fujimori o Castañeda. Velasco se volvería a enfermar si viese que llaman a esto segunda reforma agraria. Además, el plan de vacunación heredado ya llegó un límite y no conocemos ninguna estrategia frente a la inminente tercera ola. Lo único que hace esta gestión es generar con acciones torpes o corruptas incertidumbre sobre su permanencia o liderazgo.

Dicho esto, ¿debemos avalar la moción de vacancia presidencial presentada por la congresista Chirinos? Basta leerla para decir sin titubeos que no. Castillo se esfuerza por convencer cada vez con más eficiencia a la ciudadanía sobre su incapacidad moral (permanente) para gobernarnos, pero este pedido de vacancia no lo sustenta.

¿Qué hacer entonces? Esperar un debido proceso. Seguir vigilantes. El Perú es mucho más grande que Castillo, pero también más que los apetitos políticos de la derecha desesperada.