Ahogados de nuevo

Casi un año después de la llegada de la pandemia al Perú. Seis meses después de que miles de personas murieran ahogadas en el mar del abuso y la ineficiencia, la falta de oxígeno más que indignante. Es criminal.

La procrastinación, esa manía por postergar lo importante para el último momento, es nociva a nivel individual. Nos afecta los nervios y altera el resultado.

Pero a nivel estatal, es inadmisible.

En mayo del año pasado, la prensa destacó el trabajo de José Luis Barsallo, un empresario honesto que vendía el metro cúbico sin usura. En una sociedad donde la corrupción, la usura y el abuso es lo normal, el hecho que Barsallo vendiera, como siempre, el metro cúbico de oxígeno a 15 soles y se negara a aplicar sobre costos (la mayoría cobraba 100) lo convirtió ante los medios en algo tan extraordinario y celestial como un ángel, el ángel del oxígeno.

La presión mediática funcionó, el gobierno consideró en junio de 2020 el oxígeno como “un asunto de interés nacional”.

¿Y qué pasó? ¿Por qué no comenzamos a construir plantas de oxígeno en abril o mayo del año pasado?

Porque, apenas los medios dejaron de poner en primera plana el desabastecimiento del oxígeno, la administración populista de Vizcarra se olvidó del tema y hoy, ese desdén le está costando la vida a decenas de miles de personas.

Hay empresas mineras que han donado 10 plantas de oxígeno para hospitales de Lima, Cajamarca y Puno y la mayoría de ellas no funcionan por papeleo, permisos y temas burocráticos.

Pero si la burocracia regional, nos indigna, los candados que pone la DIGEMID a la importación de maquinas concentradoras de oxígenos es criminal. Esas maquinas son la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas. Pero solo pueden importarlas droguerías certificadas. Hay cientos de empresas que han importado esas maquinas pero no pueden sacarlas del aeropuerto porque no son droguerías. Pero no sólo eso. Las drogerías deben estar al día con sus pagos al colegio de químicos farmacéuticos para obtener los permisos.

¿Y la declaratoria de interés nacional? La ley fue firmada por Vizcarra, Zevallos y Merino. Pero al margen de ellos, debemos tener claro que el Estado y lo público está por encima de estos señores y es imperativo cumplir esa norma y no esperar la tercera ola para reaccionar.